jueves, 28 de enero de 2016

LOS OTROS “LIBROS PARA LA PAZ”

     Al llegar la celebración del DENYP, el Día Escolar de la No-violencia Y la Paz, suelen aparecer listas de libros infantiles y juveniles recomendados por o para los colegios. En general son del tipo “Los niños no quieren la guerra” (de Éric Battut, en la Editorial Juventud) o el clásico “La rosa de San Jordi” (de Joles Sennell, en Ediciones SM), donde se aborda una guerra entre dos grupos y su solución llegando a la Paz, o en términos metafóricos del tipo de “Los dos monstruos” (de David McKee, en E. G. Anaya).

      
 Pero se me ocurre que habría que hacer, por lo menos de vez en cuando, una presentación y propuesta de libros que tenga un planteamiento como el que hace la Dirección General de Tráfico con sus anuncios queriendo parar los accidentes: en plan dramático, tirando a trágico: el problema no se resuelve. O lo que es lo mismo, libros como el conocido “El diario de Ana Frank” (de Ana Frank, en distintas editoriales, incluso en cómic en Norma Editorial), o aquel libro de Carol Matas “Lisa” (en Ediciones B) donde se hablaba de morir y matar sin rodeos, ambos sobre la guerra montada por los nazis en Europa, o “El cartero de Bagdag” (de Marcos S, Calveiro, en la Editorial Edelvives). Es decir, libros donde se viven las guerras desde dentro y no nos dan esas soluciones bonitas que puedan hacer creer que todo termina bien, que siempre hay un final feliz.




     En esa línea, me acuerdo de tres novelas juveniles que recogen momentos de la Guerra Civil española: “Cielo abajo” (de Fernando Marías, en E. G. Anaya), “Memorias de una vaca” (de Bernardo Atxaga, en Edicionesl SM) y “La guerra de Amaya” (de Vicente Muñoz Puelles, en E. G. Anaya). Magníficas.




        Son muchas las novelas juveniles y cuentos infantiles, más o menos largos, que podemos encontrar que traten los conflictos bélicos. Pero, para lo que es una exposición de libros, y libros que puedan leerse en clase en un momento para acompañar la celebración del DENYP, vamos a inclinarnos por buscar álbumes ilustrados. Y, siguiendo con los dos conflictos apuntados, para el europeo me inclinaría por “El niño estrella” (de R. Hausfater-Douïeb, en Edelvives),  “La cruzada de los niños” (de Bertolt Brecht, en El Jinete Azul) y “Sálvate Elías! (de Élisabeth Brami, en Kalandraka). Y si se encontrara “El destello de Hiroshima (de Toshi Maruki, en Editorial Miñón) se completaría el dolor desde dentro ahora con el otro centro de la II Gerra Mundial.



Para el conflicto español hay un título indiscutible que es “Estos días azules…” (de Antonio Ventura, en Thule Ediciones) y   “Guernica” (de Heliane Bernard, en Kalandraka). Por cierto que el libro  “Un cuadro de Picasso” (de Claire D’Harcourt, en Faktoría K de Libros) va a desmenuzar ese cuadro en cuestión dándole sentido a cada línea de esta gran obra pictórica. Y como hemos citado un cómic, aquí vendría bien este otro (entre muchos), “La huella de Lorca” (de Carlos Hernández, Norma Editorial).



Dos álbumes pueden ser poéticos pero a la vez dramáticamente perfectos para contarnos el después de la guerra: “El principio” (de Paula Carballeira, en Kalandraka) y “Camino de casa” (de Ana Tortosa, en Thule Ediciones).

En términos metafóricos, hay dos álbumes que me parecen magníficos para recoger los conflictos entre iguales que acaban destruyéndose entre sí. Por un lado “El príncipe de los Enredos” (de Roberto Aliaga, en Edelvives) con un cuervo maquiavélico que, persiguiendo sus intereses, conseguirá la autodestrucción de un árbol; y “Bandada” (de María Julia Díaz Garrido, en Kalandraka), con esas aves ambiciosas “que no controlaron su comportamiento”.


Podríamos también hablar de Paz en otros términos o de falta de paz, en esta selección sin final feliz. Falta de paz con uno mismo, con el entorno hostil en el que se vive porque la gente es miserable con una víctima concreta o con cualquiera, y falta de paz con el destino hostil al que se llega emigrando.

Así en el primer bloque hay dos títulos muy distintos pero que son muestra de una guerra personal con uno mismo: “El libro triste” (de Michael Rosen, en Editorial Serres) y “Cómo fracasé en la vida” (de Bertrand Santini, en Thule Ediciones). Y siendo otro el conflicto personal, sería interesante una revisión del drama personal de la falta de autoestima con Cyrano (de Taï-Marc, En Edelvives).

Se le hace la guerra a una persona, se le destruye, porque se le señale como diferente, como en “Belisario” (de Gaëtan Dorémus, en Fondo de Cultura Económica) o se invente un bulo como en “Las manzanas del Señor Peabody” (de Madonna sobre un cuento antiguo ucraniano, en  Ediciones Destino). Y se le hace la guerra, especialmente a la infancia, con la miseria y los miserables que la cultivan, como en “Los mercaderes del diablo” (de Juan Farias, en Ediciones S.M., corto e ilustrado que sin ser álbum merece la pena que lo incluyamos) y “De noche en la calle” de Angela Lago, en Ediciones Ekaré, libro sin texto pero no por ello menos impresionante).


Y para el drama de la emigración el maravilloso libro “Migrar” (de José Manuel Mateo, en Kalandraka) y “Emigrantes” (de Shaun Tan, en Barbara Fiore Editora, sin texto y a modo de viñetas, sin ser precisamente un cómic). Me atrevo a sumar “Mitsu y Lala” (de Carmen Segovia, E. G. Anaya) sobre el exilio (y tal vez genocidio) de una manera tremendamente sutil y, cómo no, “Cómo aprendí Geografía” (de Uri Shulevitz, en Ediciones SM), un exilio literal pero poético.



Un libro más imprescindible en esta relación, que nos ofrece otro aspectos de la violencia a la que hay que combatir, por la falta de libertad ante la dictadura, es “La composición” (de Antonio Skármeta, Ediciones SM). En el mismo lote están “Jaime de cristal” (de Rodari, Ediciones SM) y “El tirano, el luthier y el tiempo” (de Christian Grenier, Barbara Fiore Editora). Simplemente geniales.


Para terminar, ya que han aparecido algunos comics, quiero apuntar dos obras muy señaladas para mí (entre las muchas que hay, sobre todo con tema pos apocalíptico) y que son “La última partida” (de Comès, en Norma Editorial) una narración desde la muerte y la soledad, y “Un largo destino de sangre” (de Bollée, Editorial 12 Bis), un magnífico guion con sorpresas sobre la suciedad de la guerra.

NOTA 1: No están todos los que son. Conforme iba cerrando un apartado me surgían más títulos que tenía que dejar a un lado por cuestión de extensión. Espero que si alguien utiliza esta guía esté conmigo en que, al menos, sí son los que están.

NOTA 2: Parece raro, como poco, que una defensa del álbum ilustrado como esta, no cite a los ilustradores e ilustradoras. No obstante creo que doy el apunte necesario para controlar el título y poder encontrarlo.

Nota 3: Habría sido un título con gran cabida en esta perspectiva de la Paz, una visión desde todos los puntos de vista de la guerra, de la mano de la muerte, poco antes de morir: “El soldado y la niña” (Jordi Sierra i Fabra, Ed. Destino). Pero… hay un montón de cosas del libro que no me gustan por lo que no está en mi lista. Igual que otros pocos.

NOTA 4: Si hay un libro que podría cerrar bien todo el post, es el que refleja que la mejor batalla es la que no se libra. Llámame cobarde pero a la guerra no voy: "La partida del soldado", de Javier de Isusi con ilustraciones de Leticia Ruifernández, en la editorial El Jinete Azul. 



lunes, 25 de enero de 2016

Reflexiones sobre la lectura

     Ana Garralón, en su blog "Anatarambana", trae cuatro artículos con mucha enjundia. Nada más la presentación de los artículos que ella hace, abre el apetito para sumergirse en ellos y empezar a discutir con uno mismo. Confieso que aún no los he leído todos, pero me los he reservado en un archivo para seguir discutiéndome. 

domingo, 24 de enero de 2016

LA LUNA DE JUAN (R)

De Carme Solé Vendrell. Col. Libros para soñar. Editorial Kalandraka. Pontevedra. 2015.

  Los lectores a los que llegan por primera vez los libros “recuperados” por Kalandraka, tal vez no entiendan lo agradecidos que podemos estar los lectores que los descubrimos en su día y lo felices que nos hace volver a tenerlos. Lo que sí van a poder apreciar es la calidad gráfica y literaria de estas obras, la vigencia de las mismas y, comparando con las obras actuales de los mismos autores, la evolución de los artistas que hay dentro de ellas.

    En el caso de Carme Solé es manifiesto el paso de obras donde primaba el dibujo a obras desbordadas por la pintura: la intensidad de los colores, el aumento de dramatismo o la denuncia, la capacidad de síntesis y simplificación cuando así se precisa... incluso el paso de la forma al volumen, y de la figuración al concepto.


   Es emocionante ver de dónde viene el trabajo de esta autora, sus tonos pasteles, el dibujo sosegado incluso cuando la acción tiene un movimiento especial, el dominio de lo orgánico sobre la línea recta, las redondeces de los personajes y el derroche de amabilidad en sus caras.

     Pero si hay una cosa que se mantiene igual es su admiración por la Luna y el Sol, unos astros animados que la han acompañado en toda su obra y que en este libro, la Luna, es coprotagonista a la vez que elemento mágico. “La luna de Juan” se publicó en 1982, por primera vez, de la mano de Hymsa, y consiguió distintos premios. Recordemos también que la autora es Premio Nacional de Ilustración.


    Pues, si en principio el cuento podría ser una historia costumbrista (un pescador y su hijo, el pescador cae enfermo, el hijo lo cuida y el pescador sana gracias a esos cuidados), la autora ha querido entrar en el mundo mágico y convertir la historia en un cuanto fantástico, donde Juan es el héroe que ha de salir para buscar la cura para su padre, y la luna es el elemento mágico que le ayuda a superar la prueba y hacerlo volver victorioso. Un viaje iniciático en toda regla de los que no suelen verse en los álbumes ilustrados por el ejercicio de síntesis que estos suelen suponer.


     Y el resultado es delicioso, con una buena parte de la narración recogida en las ilustraciones, como la ausencia de la madre plasmada en un “retrato” antiguo colgado en la pared; la fuerza del mar, que se exñresa siendo la única parte de la ilustración que aparece a sangre (llegando siempre a los bordes de la página); la soledad y dureza de la historia subrayada en el hecho de suceder de noche y afectar así a la gama de colores que usa; hasta la felicidad final, en ese día diáfano donde la autora se recompensa con una iluminada mañana, mar contenido en el recuadro de la ilustración, padre e hijo animados y, a pesar de ser de día, la Luna. Que se ríe.  

domingo, 17 de enero de 2016

Billie B. ES FANTÁSTICA (R )

De Sally Rippin. Il. Alejandro O´Keeffe. Col. Billie B. Brown. Ed. Bruño. Madrid.

Dentro de la oleada de libros modernos que forman colecciones alrededor de un personaje, especialmente de un personaje femenino, me ha gustado mucho la serie de Billie B. Brown por muchos motivos: la protagonista es auténtica, real, una niña de verdad sobre la que las lectoras se proyectarán perfectamente; dirigido a primeros lectores, las oraciones son simples, lo que les permite una lectura rápida; las ilustraciones (ajustadas en la versión española con una exitosa elección de “O´kif”) se hacen entrañables completando la descripción del personaje muy ajustadamente; la inclusión de dos historias cortas por libro en vez de una larga; las tapas duras que le dan cuerpo... en fin un 10.



Vayamos por partes. Billie B. Brown es un personaje creado por la australiana Sally Rippin, escritora para pequeños y adolescentes que se acerca al medio centenar de libros publicados, especialmente series (alrededor de distintos protagonistas). En la que tenemos aquí, además de la niña están sus amigas pero especialmente Jack, su mejor amigo, lo que da un ambiente muy compensado para ser una lectura atractiva para chicas y chicos (aunque tal vez más para las primeras).



En su publicación original en Australia, las ilustraciones corrieron a cargo de Aki Fukuoka, un ilustrador que impregna sus dibujos de ángulos dando cierta aspereza al conjunto, cuando el personaje es de una enorme amabilidad. Además le adjudica una delgadez extrema haciendo que Billie resulte innecesariamente cabezona. Por eso creo que el ejercicio de Bruño de cambiar al ilustrador, eligiendo al argentino Alejandro O´Keeffe es un gran acierto. Si bien mantiene la misma delgadez en los personajes, sus formas más redondeadas y la atmósfera humorística (de la que el dibujante tiene gran experiencia), dan más amabilidad y armonía a los personajes que quedan algo más infantiles, pero no hay que olvidar que son libros para primeros lectores.

(A la izquierda el de Bruño por O´Kif y a la derecha el de H.G.Egmont por Fukuoka) 


La maquetación del libro es lúdica: la numeración de página está acompañada de florecitas, aparecen palabras destacadas en otro color para darles más intensidad a su significado, a veces aparecen ilustraciones de objetos entre párrafos, otras páginas están ilustradas a sangre y un óvalo central en blanco recoge el texto, las onomatopeyas -en colores- se “mueven” en las páginas, la letra es grande y el interlineado muy generoso. Todo esto es un diseño perfecto para que la lectura sea muy atractiva y cómoda.



¿Qué se pierde con esa traducción del dibujo? Pues que en el acceso a la web de Billie ya no cabe la identificación con el personaje para los juegos que se proponen y la consulta de títulos. Además la editorial española se queda sin poder dar salida al merchandising que sobre la serie se ha montado.

¿Y el contenido? La autora diseña un personaje para quienes “no gustan de princesas ni de hadas”. Billie es una niña real, a la que le surgen situaciones divertidas, preocupantes, de susto, de enfado, conflictos... para todo hay que buscar soluciones y Billie y Jack saben salir siempre airosos. El juego empieza siempre con la B de su sobrenombre: ¿es la abreviatura de qué? En cada historia va a proponer que sea de algo distinto: de Buena, de Bastante mayor, de Bailarina,... Luego las historias discurren muy fluidas, sin artificios, siempre alrededor delas emociones, los párrafos están formados por una sola oración (simple o compuesta) formando capítulos casi siempre de una sola escena. No pueden perderse.

Y, a diferencia de los libros australianos, los de Bruño son dos títulos por cada libro y la edición con tapa dura y cubierta a todo color y cada uno distinto hacen que se quiera tener toda la colección.

Pues estará bien tenerla en la biblioteca personal y en la biblioteca del colegio.

viernes, 15 de enero de 2016

LA MALETA DE LOS DESCUBRIMIENTOS (R)

Idea y textos de redactores de Editions Auzou (París). Il. De Isabelle Chauvet. Colección Libros de cartón. Ediciones Algar. Alzira (Valencia). 2015.

     Una nueva maleta de Algar aunque esta vez no es de producción propia, sino que llega de una editorial francesa que con cierta frecuencia también publica maletas de libros. En esta ocasión nos encontramos con cuatro volúmenes referidos a otros tantos temas. En común tienen el formato cuadrado (16x16), cartón cubierta y hojas, picos redondeados, superficies completamente cubiertas por la ilustración en la que se insertan pequeños textos, y con un personaje central alrededor del cual se desgranan los conceptos que quieren enseñar, ya que se trata de una obra claramente didáctica.



    “La familia” la protagonizan los pingüinos, a partir del personaje que aparece en la cubierta conoceremos al padre, la madre, el abuelo, la abuela, el hermano y la hermana (ambos menores). Al igual que los demás, si el adulto que por primera vez enseña el libro al pequeño es capaz de inventar historias y diálogos con las ilustraciones, tendremos algo más que esa función didáctica y se impregnará de función literaria en estos primeros contactos niño libro.

     En “Me emociono”, una gatita nos muestra sus sentimientos con una cara muy expresiva y una frase que contextualiza la situación. Aquí hay algunas ideas difíciles de transmitir como los celos, la vergüenza y la timidez. Otros más logrados son el enfado, el miedo, la tristeza, la alegría, la sorpresa, el sentirse orgulloso (¿es lo mismo el orgullo que el sentirse orgulloso?) y el cariño.


    “Dónde estoy” contiene vocabulario de situación: encima, entre, rodeada, a la izquierda, a la derecha, detrás, delante, dentro y fuera. Una ratoncita, un elemento de referencia y una frase ilustran cada concepto. Por último, en “¿Qué tiempo hace?”, un osito nos habla de la lluvia, la nieve, el viento, el sol, el granizo, y bastante vocabulario de objetos asociados a estos fenómenos.



     Además, la última doble página de cada libro propone descubrir algo en esa ilustración doble: localizar objetos, contar elementos o identificar las emociones en las caritas.


     Y detrás de todo la diseñadora Isabelle Chauvet que establece un mismo tipo de escenario para todas las páginas: las dos terceras partes superiores pared y la tercera parte inferior suelo. Ambas se forman con una trama rítmica que suavemente varía los fondos, en una cuidada combinación de colores (generalmente tono fuerte y tono claro de una misma gama). Sobre ello la figura protagonista, de forma redondeadas, con colores lisos (o tramas) y definidos, con detalles muy expresivos y con una ropa que es casi tan importante como el personaje en sí de lo cuidado de su diseño. En resumen, una gozada para los pequeños que se acerquen por primera vez a los libros.